lunes, 30 de abril de 2012

Carta de despedida


No me gustan nada las despedidas, parece que es como poner un punto y final a una historia. Me gusta más la idea del punto y aparte.
A veces las palabras se quedan cortas porque los sentimientos las superan, porque no existen letras para describir una ausencia. Una ausencia que no ha llegado, una ausencia que poco a poco a poco se acerca.
Grandes despedidas, cambio de planes, cambio de aires, cambio de vida. Hay personas que ocupan tanto espacio en uno, tanto tiempo en su vida, que cuando toca despedirse y decir, “hasta pronto, en unos meses vendré a verte a tu nueva casa, a tu nuevo destino”, piensa: en unos meses…

Unos meses…

Y yo donde me quedo, y tú a donde vas?

¿Cómo puedo sacarme a alguien con quien comparto casi el cien por cien de mi tiempo libre y colocarlo en mi vida dentro de unos meses, solo un rato, solo un par de días al mes? ¿Cuánto tiempo son unos meses de su ausencia?
¿En que se transformará esto dentro de unos meses?
Y detrás de esos meses vendrán otros mas, y otros, y así toda la vida, y tal vez algún día esa persona que ocupa hoy todo mi tiempo, se convierta en alguien que conocí, en alguien de quien ya ni uno ni el otro sienten su ausencia. En alguien que ya no me necesita, a quien ya no necesito como ahora.

Despedirse de alguien, separarse de alguien a quien quieres es una pequeña muerte. Algo muere para nacer de nuevo, de otra forma. Nunca se sabe que depara el destino para ambos. Y siempre le queda a uno la sensación de que pudo haber pasado si todo hubiera sido distinto. El destino es caprichoso, forma curvas y se retuerce, parece que no quiere adaptarse a los caprichos que nosotros le sugerimos. El destino a veces se muestra claro y dice en voz alta “te pongas como te pongas, esto tiene que ser así”, porque en esta historia todo estaba para ser de otra manera y sin embargo ha sido de esta. Caprichos del destino...

Hay personas que llegan para quedarse, de una u otra manera. Llegan, se instalan ahí y dicen: de aquí no me muevo . Hay personas que te llenan de caprichos, de amistad,  con luces y sombras. A veces hasta con dolor, pero se quedan aquí, dentro de uno, echando raíces profundas en el corazón, y veo imposible arrancarlas.
Y no quiero arrancarlas…

Cuando alguien importante se marcha de mi lado y a pesar de todo, y pese al dolor, siempre creo que no hay kilómetros que separen nuestro cariño, ni montes ni carreteras que consigan olvidarnos, ni distancias que nos hagan sentir al uno y al otro que en el corazón permaneceremos cerca.
Cuando una persona importante se marcha, brotan nuevas amistades, y resucitan antiguas; y vendrán otras, y saldrán muchas más, pero nadie podrá sustituir a cada una de las personas que ocupan mi vida. Cada una en su puesto, cada una en su lugar; pero como esta persona me dice: “ cada persona es un mundo, y tú eres mi universo”.

Un universo que ahora estará a muchos kilómetros de distancia…

lunes, 16 de abril de 2012


Hoy el día se ha levantado primaveral, ventoso pero agradable, con esa calidez tan propia de la primavera. Hoy se me ha ocurrido mirar al horizonte, es lo que suelo hacer cada día, ya sabéis que esto de mirar atrás es algo que no me suele gustar. A veces lo hago como terapia, no conviene olvidarse uno de quien es, es conveniente tener los pies en la tierra, vestirme de esa seguridad que tanto me gusta y para esto que mejor que nutrirse de las experiencia pasadas, las propias; pero hoy se me ha ocurrido mirar al horizonte, y por primera vez me he dado cuenta de que no veo la línea, que el paisaje esta tan difuminado, con tanta niebla y humedad que no veo la línea del futuro, el lugar al que me dirijo.
Uno supone, en los primeros años de juventud, que a cierta edad todo lo tendrá mucho más claro, más sentado, con la vida casi resuelta y todo con una calma adulta, y sin embargo te descubres un día con la sensación de que todo está en el aire.
Resulta que uno tiene un trabajo donde gana la mitad de lo que ganaba, más o menos estable, pero no seguro. Resulta que sus amigos de toda la vida están como si no estuvieran, unos emparejados, otros a punto de marcharse a otra ciudad a vivir, otros tan metidos en su trabajo que no saben respirar si no sacan un provecho laboral a este hecho fisiológico, otros perdidos en mundos que no tengo interés en explorar.
Resulta que cuando más necesitas a la familia, por cuestiones laborales, están todos en otra ciudad y solo los ves un par de días a la semana, y resulta que la casa de uno no es de uno, es de otro mas y del banco, y en la cuenta apenas queda dinero. Resulta que no hay un horizonte claro, que a esta edad, cuando debería estar todo claro, no lo está.
En los últimos años, sumergido como estoy en todo esto del crecimiento personal, descubrí una técnica muy popular y extendida que trata de buscar en tu interior el niño que fuiste, ese reconocimiento a la inocencia, el dejarse sorprender. Cuando éramos niños no sabíamos que era eso del horizonte, no mirábamos mas allá que el ahora. Cuando éramos niños, lo único importante era el día a día. La ilusión de lo que ofrece el momento: un juego, un rato de ocio, una caricia, un abrazo, una tarde en el parque
A veces me doy cuenta que he sido demasiado disciplinado, cuadriculado, todo milimetrado y sin que nada se escape de mis planes. Que he perdido el tiempo pensando y estructurando mi futuro, un futuro que no se ha cumplido; que luego la vida me ha devuelto lo que ella quería, porque la vida no deja nunca de sorprender.
Y eso es bueno
Así que pienso que voy a dejarme de tonterías, voy a dejar de pensar en horizontes mas o menos claros, a planificar, a luchar en exceso, a pensar en lo que debo y voy a disfrutar del presente que el futuro es muy incierto.
Al fin y al cabo siempre fui punk, por mucho que ahora ya no lleve cresta como antes y la ropa que me ponga sea más seria. A pesar de todo, o sobre todo sigue grabado en mí aquel “no hay futuro” que me pintaba en las camisetas.

jueves, 5 de abril de 2012

Cementerio de Bilbao


Vaya, parece que últimamente solo escribo una nueva entrada cuando visito algún cementerio, y es que no consigo sacar tiempo para mantener el blog y no quiero cerrarlo. En fin, mil disculpas como siempre.
El pasado fin de semana estuve de turismo por Bilbao, y como no, visita obligada fue el cementerio de la ciudad. No defraudó, como es natural.
Lo primero que uno se encuentra al adentrarse en esta gigantesca necrópolis de Derio, 208.000 metros cuadrados, es una preciosa galería columnada atribuida a Edesio de Garamendi, según la propia página del cementerio.
En estas galería se sitúan, aparte de la capilla, la casa del capellán, el deposito de cadáveres, la casa del enterrador y el crematorio.
Es un precioso recibimiento para el visitante (vivo, el muerto no se entera) que ya tan solo por eso merece una visita.


Tras las columnas y los arcos, se accede al cementerio en si, salpicado de panteones y lápidas enmohecidas. Todo él es un inmenso
jardín verde, apenas los caminos mas principales estánasfaltados, lo demás son pasos de césped cuidado.
Este cementerio sigue el urbanismo de una ciudad en miniatura, con sus viales en cuadricula, la plaza central de nuestra señora de Begoña y la distribución jerárquica en función de la clase social de los difuntos que allí reposan.
El hecho de que se enterraran aquí las grandes familias de burguesía bilbaina, y que los panteones sean una prolongacion de la casa, propició la participación de lo mas granado de los arquitectos de la primera mitad del siglo XX.
Realmente hay panteones espectaculares, que demuestran una intención de la familia de resaltar por encima de sus vecinos.
Lo cierto es que aunque de su gran extensión no nos dio tiempo a visitar ni la mitad, se puede sacar como interesante una gran parte, ya que este cementerio merece un paseo más sosegado y más documentado. Lo que deja claro nada mas adentrase en él, es que no deja indiferente.
Otro cementerio mas para el archivo de mi memoria.
Puedes ver todas las fotos pinchando aqui
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